Quantcast
Channel: Christopher Nolan El Hombre de Acero – Cinegarage
Viewing all articles
Browse latest Browse all 6

El hombre de acero, crítica

0
0

El hombre de acero
Un Jesús con capa
Por Erick Estrada
Cinegarage

Cuando la primera Star Trek (EUA-Alemania, 2009) de J.J. Abrams se estrenó, el zoom digital –el acercamiento que parece óptico y que busca entre otras cosas inyectar verosimilitud a una escena evidentemente artificial- era un truco aceptado y entendido ya por nuestro ojo y aún así Abrams lo usó con mesura. Zack Snyder lo saca del congelador y lo usa hasta el cansancio en El hombre de acero.

Cuando en las gigantescas pantallas IMAX se exploraba el close up, se debían cuidar las exageraciones y el acoso a nuestro ojo. En El hombre de acero los close ups en pantalla IMAX 3D aparecen con tanta facilidad que la sala entera humilla la cabeza y por atosigamiento más que por convicción, comienza a masticar el masivo plato que se nos sirve en Kryptón y que durará hasta destruir Metrópolis.

Esperar menos de Zack Snyder era no conocer lo abusivo de su ¿estilo? ni lo gratuitamente abigarrado de sus encuadres. Sucker Punch (EUA-Canadá, 2011) y lo hiper barroco de su propuesta era ya una versión ultra vitaminada del laberinto digital conocido hoy como 300 (EUA, 2006), ejemplo de lo cansado y cansino de sus narraciones oculto en revueltas visuales (entonces novedosas) que nos hacían creer que se nos contaba algo.

Si eso se deja caer en el año 2013, en el que el tren de narraciones hiper kinéticas es al que hay que subirse; en el que los super héroes toman por asalto los ojos de los terrícolas que nomás no la vemos clara desde 2008 que la crisis ha perforado nuestras esperanzas; un año en el que la tecnología nos deja jugar con ese zoom digital simplemente apretando un botón; si lo unimos todo, el resultado es El hombre de acero.

No hay aquí un gramo de la supuesta humanidad de Christopher Nolan, productor de la cinta y partícipe de la historia, no del guión. La razón es, técnicamente, elemental. Esa humanidad y ese dolor de ser quien se es de la hoy tan mentada El caballero de la noche (EUA-Reino Unido, 2008) fue obra más de Nolan que de David S. Goyer que, en aquella y a su vez, solamente colaboró en la historia, no en el guión. Es decir, hay aquí malabares que han hecho creer a la gente que tendremos un héroe atribulado, sufridor, un fenómeno en toda línea, pero no. La película es a final de cuentas el super hombre que se enfrentará a un súper villano que se le equipara en poderes (curiosamente el único con motivos reales aquí para caminar desde el primer minuto de la cinta hasta el último). Maniqueísmo.

La historia de Snyder está contada tan apresuradamente y tan carente de ritmo que las supuestas debilidades de orden moral de su hombre volador no sólo son flacas sino que son traicionadas conforme el final se acerca. Las enseñanzas paternas del honor y la justicia, la negación de la venganza, se olvidan en el polvoriento (de pólvora) desenlace para que, en lugar de entregarnos a un héroe contrariado, tengamos a un ser invencible, sin debilidades, sin sudores ni sobresaltos.

No, no fue un spoiler. Superman siempre triunfa (además habrá una segunda parte). El asunto aquí es que teniendo a Snyder detrás, ese triunfo es (o tenía que ser) atronador, mastodóntico, monstruoso no por lo anormal de su personaje sino por el tamaño y el exceso de todo, desde las peleas en las que ni mal ni bien osan siquiera despeinarse (sabemos que no les va a pasar nada desde que deshacen Metrópolis sin mover un cabello de su tocado) hasta el otro mensaje que, si bien está en la génesis misma del super héroe, es rumiada por su director con un entusiasmo virulento y artificioso.

Este nuevo “héroe viejo” en estos años oscuros cumple y ha cumplido el trabajo de ser icono religioso, el dios que nos rescatará del túnel. El asunto, de nuevo, es que tenemos a Snyder detrás y desde la insistencia del padre de Kal-El (“será un dios para ellos”) hasta lo casi omnipresente de este padre muerto que está en los cielos y que le ordena aceptar su categoría superior, Snyder insite peligrosamente en nuestra necesidad de adoptar a un ser “superior” para salvarnos, como en el aspecto extra divino de ese ser. Superman tenía que volar así de alto.

El “toque Nolan” reaparece quizá haciendo que esa decisión sea pesada y que se sufra como la sufriríamos los humanos. Ahí, el padre de Kal-El se convierte en el verdadero ser supremo que guía a su emisario –digamos, mitad humano- y lo hace beber un cáliz amargo que no quiere aceptar. Clark (Kal-El) confiesa en una iglesia dudar de su misión pero querer salvar a la humanidad. En segundo plano Snyder acomoda un vitral con un Jesús arrodillado en el Monte de los Olivos (y teniendo las mismas dudas) para después y con la magia del montaje dejarnos ver a un Superman flotando en el espacio, con los brazos innecesariamente abiertos formando una cruz, envuelto en la luz del Sol.

El resultado es el desbordamiento de la presa. El héroe al cuadrado (invencible y convertido en divino) contra un villano con razones reales para partirle la cara (porque ya le robó la película) pero que se da cuenta de que no puede. Es decir, el desbordamiento es tan monumental que nadie aquí corre peligro: ni Luisa Lane (que también le roba mucho cuadro al Jesús con capa) que parece teletransportarse a voluntad, ni Zod (su entrada al planeta es probablemente lo mejor de esta fábula esteroidal, viva Michael Shannon), ni Kal-El, que no necesita nunca recuperar el aliento.

¿Para qué entonces ese final eterno en el que los trenes vuelan, los puños y los golpes multiplicados se ven burdos y poco atractivos? ¿Para qué destruir un IHOP y un Sears en primer plano? Para hacer obvio lo que antes estas películas sugerían. Para ser más, para estar más. Para hacer al héroe aún más invencible: para inaugurar el pleonasmo heroico de un sub género, el de super héroes, que confía ya más en hipnotizarnos y en hacernos humillar la cabeza por cansancio que por convicción.

¿Este es el héroe que nos salvará de estos años dolorosos y oscuros? ¿Es la nueva época con los mismos héroes narrados por otras voces? Cruel juego del destino que hizo que nuestro rescate corriera a cargo de un héroe tan abusivo en lo visual, tan innecesariamente ruidoso, tan lisérgico y explosivo, tan autoparódico (los excesos llegan a eso, al fuego amigo hecho chiste) y tan sin sentido. A volar.

El hombre de acero
(Man of Steel, EUA-Canadá, 2013)
Dirige: Zack Snyder
Actúan: Henry Cavil, Amy Adams, Russell Crowe, Kevin Costner
Guión: David S. Goyer
Fotografía: Amir Mokri
Duración: 143 min.

The post El hombre de acero, crítica appeared first on Cinegarage.


Viewing all articles
Browse latest Browse all 6

Latest Images

Trending Articles





Latest Images